Si usted está en un semestre alto de universidad, sin saber cómo lo hace, reconoce claramente a los primíparos el primer día de clase. Esa misma habilidad la tiene la gente del turismo para reconocer a los "cachacos".
Hay que comenzar por lo general; la teoría. Generalmente la gente que vive en en una ciudad no va a los lugares turísticos de la misma. Si usted vive en Bogotá rara vez va al Museo del Oro, Monserrate o al Jardín Botánico. Ésos son planes para turistas. Ésa es la primera pista.
Tengo un tío que vive en Santa Marta y sólo va a la playa cuando nosotros lo visitamos (una vez por año). Sí, amigos míos, la gente que vive en ciudades donde hay playa no va a la playa (bueno, van ocasionalmente). Siguiendo entonces la idea, los que van a la playa no son de esa ciudad; son turistas.
Los "cachacos" que van a la playa no van un ratico y ya; se meten de 6 de la mañana a 6 de la tarde. Les encanta quedar rojos como camarones. Ése es otro aspecto delatador.
Esta es una lista de cosas que hacen más fácil el reconocimiento de los turistas:
- Tarrito para guardar la plata
- El excesivo uso de bloqueador solar
- Las trenzas o "shakiras"
- En sí, el color de sus pieles
- Intentar hablar como costeños. Tengan algo de dignidad
- Ese rostro altivo que caracterisa a los de Bogotá. Yo también lo tengo, no se preocupen y eso que no soy de allá.
- Los tatuajes temporales
- Los zapatos "para playa" que venden en Bogotá. Siempre los llevan puestos.
- Siempre andan en vesitido de baño, así estén en ciudades cercanas donde no hay playa. Maicao, por ejemplo. (la gente que vive en la playa también se pone jean, frescos)
En fin, la lista es larga.
Pero la verdad el que viene de Bogotá viene a eso: A "turistiar" a hacer las cosas que los de aquí, teniéndolas, no hacen. Esa es la gracia de todo. Es como si alguien de aquí fuera a Bogotá y no fuera a la Candelaria o a la Plaza Bolívar, esos planes no nos parecen a nosotros, pero a ellos sí. Lo mismo pasa acá.
Yo soy una mezcla entre "cachaco" y costeño. Nací allá, me siento orgulloso de ser de Riohacha, pero hay costumbres de Bogotá tan arraigadas en mí, que cuando vengo acá, no parezco nativo. Perdí completamente el acento; no me gusta de a mucho el vallenato; cuando hablo no me gusta que el tono de mi voz sea tan alto como los de aquí.
Me agrada ser de ambos lados; me permite entender unas cosas. Ser un híbrido es lo mejor
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